En el mundo de hoy es increíblemente fácil aprender cualquier cosa. Tenemos a disposición todas las herramientas para aprender, podemos encontrar de todo sobre todo. Por lo tanto aprender no es el mayor desafío de estos tiempos, quizás la cosa más importante sea la de saber ponerse las preguntas correctas para descubrir el corazón, el núcleo de las cosas que aprendemos y no perderse en una red interminable de información.
Cuando nosotros empezamos a aprender tango, no teníamos videos, youtube, teléfonos celulares, solo podíamos aprender directamente de la fuente: nuestro maestros y la milonga (entendido como el espacio de baile).
Los maestros de aquel entonces no provenían de escuelas de baile donde habían aprendido el mecánicos del movimientos del cuerpo humano para poder entenderlo y explicarlo pero tenían en sí toda la experiencia de una vida de tango. Su baile era el fruto de muchas, pero muchas, pero muchísimas horas de baile, de escuchar tango, de hablar de tango, de vivirlo en carne propia las 24 horas del día.
La única forma de aprender de ellos era observarlos, una y otra vez, pedirles de repetir el paso durante las clases, observarlos mientras bailaban en la milonga y tratar de entender no solo el movimientos si no de comprender como ellos escuchan la musica y como ellos sentían el Tango, el abrazo y la comunicación en la pareja.
Oscar tubo la suerte de aprender con muchos grandes maestros, pero sin duda hubo uno en especial que quedó guardado en su corazón: Jose Domingo Monteleone o mejor conocido como Pepito de Avellaneda. Sus clases quedaron guardadas para siempre en su mente y su corazón, las horas interminables pasadas en la cocina de su casa compartiendo mate y medialunas antes de ir al salón para poder tomar su clase, estaban cargadas de esencia tanguera. A Pepito le gustaba que llegara antes, pero no 15’ minutos antes sino 2 horas antes, que le llevara las medialuna para poder desayunar juntos y ahí hablar…hablar y hablar…y mostrar algunos pasos todavía con su piyama puesto.
Oscar recuerda el día que lo vió por primera vez como una anécdota muy divertida. El estaba en búsqueda de un maestro bien milonguero, que le pueda enseña los secretos del baile en la milonga, los “yeites” como los llamamos en Buenos Aires. Había oido nombrar varias veces a un tal Pepito Avellaneda”, le habían contado maravillas de el, de su enseñanza, de su forma de bailar, de cómo escuchaba la música y no veía la hora de poder conocerlo. Fué un poco complicado poder llegar a el porque Oscar tenía una vida muy cargada de compromisos. En ese entonces era parte del Ballet Folklórico Nacional dirigido por Norma Viola y el Chúcaro, otros dos grandes maestros y ademas cursaba la Universidad de la Danza, que en aquel entonces se llamaba “Profesorado de la Escuela Nacional de Danzas”. Pero al fin llegó el día y Oscar logró ir a la milonga de Pepito Avellaneda. Recordemos que en ese entonces, allá por el 1993, no habían videos disponibles para poder ver y conocer a la personas, como sucede hoy que rápidamente podemos buscarlo en Youtube. Asi que Oscar en su mente si había formado un idea, una imagen, de cómo era Pepito, construida según la narrativa de la personas que le habían hablado de el. Esa noche, mientras estaba sentado en la milonga observando la pista de baile intentaba buscarlo entre las parejas, pero no encontraba a nadie con las características que le habían comentado. Finalmente sale a bailar con una milonguera y al final de la tanda, cuando regresa a su mesa, se le acerca una mujer, bajita, con rasgos orientales y un acento extraño. Ella le pregunta su nombre y luego le dice: - Yo soy Suzuki, la compañera de Pepito Avellaneda. Es la primera vez que te veo en esta milonga pero me llama la atención tu baile porque tenés la musicalidad de Pepito!! - Sus palabras denotaban curiosidad, como por saber de donde era el alumno de Pepito ya que nunca lo había visto en sus clases. Oscar le comenta que justamente estaba buscando a Pepito para conocerlo y empezar a tomar clases a lo que Suzuki le dice que justo esa noche el no podía venir…así que aun tenia que seguir esperando. A la semana siguiente Osar regresó a la milonga y finalmente lo pudo conocer. Al rato de estar bailando se le acerca un hombre, de estatura baja, gordito, con tiradores y una linda sonrisa y le dice: - Hola! Vos sos Oscar cierto? Suzuki me habló de vos! Yo soy Pepito! -
- A partir de ahí cambió mi vida! - con estas palabras Oscar describe ese encuentro. Fueron muchas horas de clases donde Pepito entregaba todo su saber, sus vivencias y su sentir. Fue más que un maestro, fue una especie de padre tanguero porque también agregó una energía extra cargada de fe hacia el futuro de Oscar repitiéndole: - Vos vas a llevar el tango por el mundo! -
Asi fue, asi es y asi serà.
Foto de SUZUKI y PEPITO AVELLANEDA
Aquí les comparto unos videos de Pepito y Suzuki que gracias al Youtube hoy los pueden seguir apreciando en todo el mundo:
Aqui una entrevista a Pepito en la web de TodoTango.com una web excelente declarada “De interés Nacional”:
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